sábado, 8 de agosto de 2009

Poder y contra poder

Por Fausto Segovia Baus

El conflicto de poderes ha sido una constante en la vida republicana del Ecuador. La realidad del poder ha sido poco estudiada por la academia, aunque, hay que reconocer, se han escrito buenas enciclopedias sobre la política.

¿Qué es el poder? ¿Qué existe detrás de él? ¿Existe el contra poder? ¿Los medios de comunicación son, en esencia, un contra poder? Si lo son, ¿quién les ha otorgado esa condición?

Las teorías del poder son fascinantes. Aristóteles fue el primero en intentar descifrar, a través de la lógica, el zoon politikón, esa compleja entidad que conduce al ‘animal político’ a optar por el bien común o por el egocentrismo desenfrenado. Grecia y sus divinidades activaron una cultura favorable al expansionismo, que fue emulada por Roma, sus emperadores y cónsules; Cristo, maestro y mesías, estableció la doctrina del amor, como fuente de poder, y su vocación preferencial por los pobres. Más tarde sobrevino el crucial maridaje entre el poder espiritual y el militar con Constantino, y luego las raíces de la modernidad al terminarse el Medioevo y comenzar las monarquías –con “el Estado soy yo”, de Luis XIV- y su anti poder –la burguesía-, que se consolidó con la Revolución Francesa y la Revolución Americana…

Lo demás es historia casi reciente que dio paso a la Revolución Bolchevique, que duró apenas 70 años, desde 1917 a 1987; el nacional socialismo, con Hitler y sus lugartenientes, que diezmaron a media humanidad, y la denominada globalización, dominada por la tecnología, pero, a su vez, cuestionada por su exagerada concentración de riqueza y poder, y la ausencia de bienestar para quienes no entran en la égida del mercado.

Con el advenimiento de los medios de comunicación nació un poder –contra poder, sería exacto- no sujeto a elecciones ni a candidaturas, sino a un derecho y un deber correlativo: la libertad de expresión, asociada inseparablemente a la democracia.
No es fácil entender este contra poder, pero lo real es que los medios –y sobre todo los mediadores- constituyen ‘el peso’ de la opinión pública, ante los excesos del poder legal que se expresa en un gobierno elegido para lograr el bien común.

La prensa no gobierna. Informa y forma opinión donde el interés particular queda subordinado ante el interés general. Eliminar a la prensa equivaldría dejar a la sociedad huérfana de libertad de pensar y elegir.

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