martes, 11 de agosto de 2009

José Joaquín Brunner, en Quito

Por Fausto Segovia Baus


La visita de José Joaquín Brunner, chileno, uno de los científicos más importantes del siglo XX, dejó importantes inquietudes.

Para Brunner una revolución silenciosa ha comenzado: la revolución microelectrónica. Es un nuevo paradigma que, al decir de José Joaquín Brunner, constituye “una revolución semejante o mayor a la industrial, que está dando paso a un nuevo tipo de organización social –del trabajo, los intercambios, la experiencia y las formas de vida y poder- que se sustenta sobre la utilización cada vez más intensa del conocimiento y las tecnologías”.

En este contexto, la educación se encuentra ante nuevos escenarios y desafíos. Se vaticina un giro radical, tan importante como los eventos que dieron origen a la escuela, luego a la educación pública y más tarde a la enseñanza masiva, es decir, a las tres revoluciones que alteraron de raíz el sistema educacional que, como todos sabemos, no se desenvuelve con autonomía, y más bien tiende a ser “el espejo de la sociedad”.

La cuarta revolución –la de las tecnologías de la información y la comunicación- está transformando silenciosamente la estructura y las teorías donde se desenvolvían la escuela y los aprendizajes. Lo curioso es que estos drásticos cambios guiados por fuerzas intelectuales y tecnológicas –y obviamente económicas y políticas -, se hallan fuera del control de la comunidad educativa, según Brunner.

La diferencia entre los cambios anteriores y el actual estriba en que no se trata de que el conocimiento juegue un papel relevante en la economía, en la política, en la cultura y en la educación. Ahora, las nuevas tecnologías “son procesos a ser desarrollados y no herramientas para ser aplicados”. Las tecnologías emergentes producen sistemas cada vez más rápidos y eficientes, y fundamentalmente circuitos de retroalimentación acumulativa, que permiten la difusión acelerada de las innovaciones.

La revolución educacional –siguiendo a Brunner- consistiría entonces en que el conocimiento deja de ser lento, escaso y estable; la institución educativa deja de ser el único canal para el aprendizaje y la socialización; la palabra del profesor y el texto dejan de ser los soportes exclusivos de la comunicación educacional, y el cambio tecnológico lleva a replantear las competencias y las destrezas necesarias para el trabajo, la formación y la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario